Autor: Jaime Salinas Torres. M.V. Mag. en Investigación y Gestión de Emergencia y Desastre.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) define conjuntamente la Emergencia y Desastre (EyD), como alteraciones o daños de diverso tipo (a la salud, los bienes, el medio ambiente, etc.) que demandan respuesta inmediata de la comunidad afectada; pero los diferencia en la magnitud de los daños que producen, mientras las emergencias pueden ser manejadas con los recursos locales disponibles, los desastres exigen el apoyo externo: de otra institución, otra ciudad, región, país, etc.
Un tipo de clasificación de las EyD es por su origen, por ejemplo, las de origen antrópico, donde se pueden mencionar las emergencias NRBQ (Nucleares, Radiológicas, Biológicas y Químicas), y dentro de las emergencias biológicas, se encuentran las Emergencias Sanitarias (ES), como las epidemias y pandemias (ej. COVID-19, provocada por el virus de origen zoonótico SARS-CoV-2).
Es en el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030, creado por la Oficina de las Naciones Unidas para Reducción de Riesgo de Desastres (UNISDR por sus siglas en inglés), donde por primera vez se hace mención de las ES, y de algunos factores de riesgo que favorecen la presentación y posteriores brotes de Enfermedades Transmisibles Emergentes y Reemergentes (ETEyR) de índole zoonótico o no, que pueden llegar a producir una epidemia y/o pandemia: “Deben adoptarse medidas más específicas para luchar contra los factores subyacentes que aumentan el riesgo de desastres, como las consecuencias de la pobreza y la desigualdad, el cambio climático y la variabilidad del clima, la urbanización rápida y no planificada, la gestión inadecuada de las tierras, y factores agravantes como los cambios demográficos, los arreglos institucionales deficientes, las políticas formuladas sin conocimiento de los riesgos, la falta de regulación e incentivos para inversiones privadas en la reducción del riesgo de desastres, las cadenas de suministro complejas, las limitaciones en cuanto a la disponibilidad de tecnología, la utilización no sostenible de los recursos naturales, el debilitamiento de los ecosistemas, las pandemias y las epidemias”.
Es necesario comprender que las acciones del ser humano, predisponen la presentación de ETEyR. Dentro de los factores de riesgo de mayor relevancia, se pueden mencionar la creciente demanda de proteína animal, los desplazamientos y el transporte (migración masiva), la utilización insostenible de los recursos naturales acelerada por la urbanización, el cambio de uso del suelo y las industrias extractivas, el aumento del uso y la explotación de las especies silvestres, el cambio climático, entre otros.
Los patógenos con potencial zoonótico, son los causantes de un gran porcentaje de enfermedades en las personas. Dentro de los agentes infecciosos se encuentran virus, bacterias, hongos, protozoos y priones; los cuales se pueden contagiar desde huéspedes infectados y/o enfermos a huéspedes susceptibles, a través de contacto directo (mordeduras, oral-fecalismo, etc.), transmisión aerógena, transmisión por vectores (mosquitos, garrapatas, etc.), consumo de alimentos infectados, entre otros.
Las ES de origen zoonótico, se dan normalmente de forma irregular (pero cada vez con mayor frecuencia), y son, en su mayoría, endémicas de un territorio. Con frecuencia, el desencadenante de estos sucesos, son otras EyD, como la variabilidad del clima, hambruna, inundaciones, u otros fenómenos meteorológicos extremos.
Para prevenir las ES, estas requieren ser detectadas tempranamente, comunicadas e intervenidas de forma rápida, para lo cual, es necesario implementar un sistema de vigilancia epidemiológica que permita recoger y mantener actualizada la información necesaria para la toma de decisiones. La puesta en operación de la vigilancia post desastre debe ser oportuna y fluida, lo que requiere, por lo tanto, que sea planificada, difundida a los niveles y equipos de salud implicados, incorporada en los planes de preparación y respuesta del sector, e idealmente evaluada en ejercicios de simulacro, en las etapas previas a la ocurrencia de un desastre.
El sistema de vigilancia de salud para EyD se concibe como un proceso capaz de dar seguimiento continuo a cualquier tipo de evento en el territorio, adecuando sus recursos y requerimientos de información a las distintas etapas del ciclo del desastre. A la vigilancia le competen una serie de actividades específicas en cada etapa del desastre, las cuales deben ser desarrolladas e incluidas en los planes de EyD regionales.
En cuanto a salud pública se refiere, los efectos de las EyD están directamente relacionados con el tipo de suceso, por lo tanto, cada evento se caracteriza por su propio perfil de morbilidad y mortalidad. Estos efectos van teniendo cambios en el tiempo y en el lugar, puesto que los problemas de salud están relacionados también con el impacto de los desastres sobre el medio ambiente y las condiciones de vida. Para prevenir o mitigar amenazas, como una epidemia, es necesario implementar trabajos educativos a la ciudadanía, idealmente previo a un evento adverso.
Un paso fundamental en el establecimiento de un sistema de vigilancia en desastre, es la Evaluación del Riesgo Potencial de Enfermedades (ERPE); de su análisis dependerán los eventos a vigilar. Debe ser realizada dentro de las primeras horas de ocurrido el evento. Aplicar la ERPE, determinará la probabilidad de que se pueda presentar una enfermedad -principalmente infecciosa-, en la zona afectada por una EyD. Esta probabilidad se vincula con los siguientes cambios adversos:
– Cambios de la morbilidad previa al desastre.
– Cambios ecológicos o ambientales provocados por el desastre.
– Desplazamiento de poblaciones.
– Cambios en la densidad de población.
– Desarticulación de los servicios públicos.
– Desorganización de programas de salud pública.
La evaluación de la presencia de uno o más de estos factores, constituyen un marco de referencia para la preselección de los problemas de salud que debieran ser considerados en la vigilancia. Al respecto, existe consenso acerca de la probabilidad de ocurrencia de enfermedades transmisibles específicas según tipo de desastre.
Las ES de origen zoonótico, involucran y afectan a la salud humana, la salud animal y la salud del medio ambiente. Los patógenos se originan en los animales, y las enfermedades que causan en los seres humanos, por lo general, se debe a las mismas actividades antrópicas, como la intensificación de la producción ganadera, la degradación y la fragmentación de los ecosistemas o la explotación insostenible de especies silvestres; y si a esto se suma un evento climatológico extremo, el escenario es mucho peor. Por lo tanto, la gestión de este tipo de eventos, idealmente se deben trabajar bajo el enfoque “Una Salud” (One Health), este concepto se puede definir como el esfuerzo de colaboración entre múltiples disciplinas con el objetivo de alcanzar la salud óptima de las personas, los animales y el medio ambiente. Según la literatura, este enfoque se ha convertido en una herramienta clave para la prevención y el tratamiento de las enfermedades que se producen debido a la interacción entre la salud humana, la salud animal y el medio ambiente; como lo son las ES o los brotes epidémicos post eventos adversos.
Prevenir y controlar las ES de índole zoonótico, exige el despliegue coordinado de respuestas interdisciplinarias en las esferas de la salud humana, la salud animal y la salud del medio ambiente. En una situación de crisis inmediata, es imprescindible organizar, financiar y gestionar una respuesta de salud pública. La conservación del sistema alimentario mundial es un objetivo prioritario, al igual que brindar más protección social a las poblaciones vulnerables, pobres y marginadas. Para que la prevención y control de las ES sean efectivas, es imprescindible que existan marcos normativos sólidos y mecanismos legales sensatos que los complementen. También es imperativo que las instituciones funcionen correctamente y tengan las capacidades suficientes, así como una financiación adecuada y un plan definido, para llevar las intervenciones a la práctica. Idealmente realizando inversiones por adelantado en vigilancia y servicios coordinados, con el objetivo de velar que el brote de una enfermedad, no se convierta en una epidemia a gran escala, o en pandemia.
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